Por Sebastián Scheimberg
El sector petrolero y el equilibrio de fuerzas políticas mundiales están conmocionados ante este escenario de precios del crudo cayendo vertiginosamente, en lo que podría convertirse en un nuevo ordenamiento geopolítico global, y en el que vuelve a emerger con fuerza Estados Unidos de América y potencialmente, con menor intensidad, el resto de los países importadores de petróleo de la OECD. No es casualidad que en este nuevo contexto se haya tendido un puente entre la primera potencia mundial y Cuba, que soportó medio siglo de embargo inicialmente con el apoyo de la URSS y más recientemente de Venezuela. Las secuelas del fin de la guerra fría, que vienen de la mano del petróleo barato, auguran esperanzas de un futuro aún más democrático en toda América Latina.
Sin duda los países exportadores de petróleo se enfrentan a condiciones adversas confrontadas con el interrogante de la posible extensión de este escenario. Para la Argentina, si bien en el corto plazo existe un alivio tanto de las cuentas externas como de las cuentas públicas, condicionadas por los abultados subsidios energéticos domésticos, se podría llegar a afectar el flujo esperado de inversiones en pos del desarrollo de nuestros promisorios recursos No Convencionales.
La respuesta acerca de la longitud de este nuevo ciclo, si bien imprecisa, pareciera indicar una duración de entre uno y dos años como máximo, cuando decline la producción en marcha de las inversiones ya realizadas. Es que a los precios actuales los nuevos proyectos de explotación No Convencional no resultarían rentables y en consecuencia una oferta constreñida empujaría los precios nuevamente al alza. Un buen análisis de las causas de esta coyuntura global es el que realizan Ramón Espinaza y Carlos Sucre, del BID en: http://publications.iadb.org/handle/11319/6728.
En cuanto a los efectos sobre la inversión doméstica, como señalamos, Argentina ha estado relativamente blindada a los precios globales, y si bien habrá presión para hacer que caiga el precio del crudo y derivados locales, se volverá mucho más atractivo sesgar y aumentar la inversión en áreas de producción de gas natural, en donde el mercado es mucho menos transable y donde existe la posibilidad de contar con costos de oportunidad aun bien atractivos para la producción interna, tomando como referencia el gas importado de Bolivia. Para él podría esperarse un precio de entre 6 y 7 dólares, a los valores actuales del WTI.
A todo ello se suma el hecho que el principal actor en materia de inversión sigue siendo por lejos YPF, cuyo objetivo manifiesto no es solo lograr rentabilidad sino cerrar la brecha de energía importada. Según trascendidos de la empresa, las decisiones de inversión para el 2015 a esta altura sólo se alterarían marginalmente. Es que tanto para YPF y sus nuevos socios inversores en Vaca Muerta como para el resto de la industria el año 2015 es de por sí un año de transición, en un contexto de gran incertidumbre económica como consecuencia de decisiones de política económica interna. Y si bien existe una alta expectativa de un nuevo ciclo más amigable hacia la inversión privada, todavía es muy grande el daño que pueden infligir las decisiones que tome el actual gobierno hasta el fin de su mandato.
Nuestras estimaciones para el año 2015 en definitiva son de un nivel de actividad casi idéntico al del año 2014 en la industria, con cerca de 1000 pozos convencionales productivos y del orden de los 300 pozos No Convencionales. Ello podrá variar en el caso en que el precio interno del petróleo se aliñe con un valor del crudo internacional que pueda bajar de los 55 dólares por un período considerable de tiempo. Este escenario resulta algo extremo tomando en cuenta que actualmente el precio del crudo Medanito supera los 80 dólares. Las fuerzas políticas para que esto no ocurra son por un lado los intereses de los gobernadores de provincias petroleras que pretenden mantener el valor de sus recursos fiscales por regalías, y de la Dirección Ejecutiva de la petrolera YPF, que mejora sus cuentas con el precio de los combustibles en el surtidor. Del lado opuesto se encuentran los “policy makers” que ven una oportunidad para reducir las presiones inflacionarias en un período electoral que se va aproximando rápidamente.
En definitiva, el panorama que vemos para el mediano plazo en la industria sigue siendo alentador, y seguramente la baja de precios pondrá límites más rápidamente a algunos procesos menos competitivos que todavía nos diferencian de lo que es la muy eficiente producción petrolera de Norteamérica.