Lic. Sebastián Scheimberg
Existe un amplio consenso sobre la necesidad de acercar los precios de la energía a su verdadero costo económico, y por supuesto la conciencia colectiva de que esta tarea será parte de los deberes que deja la Administración actual para que el “ajuste” no le pese sobre sus espaldas. Afortunadamente esta pesada herencia se podría alivianar en tanto y en cuanto los precios internacionales se mantengan estables en los valores actuales. De todos modos a la hora de definir los nuevos niveles económicos de las tarifas, los políticos suelen ser esquivos y temerosos de revelar el salto con garrocha, que muchos técnicos recomendarían, y que implicaría el cambio de escenario respecto al estado actual.
Si bien es sabido que los precios de la energía hace ya tiempo que están dolarizados (y este gobierno no ha hecho más que profundizar el vínculo entre precios internos e internacionales, en la medida que ha venido acentuando la escasez), los usuarios pagan sus tarifas en moneda local, por lo que a las decisiones de política energética relacionadas con: a) cuál es el valor del gas en boca de pozo que se trasladará hacia futuro a tarifas; y b) cómo se recompondrán los márgenes de distribución y transporte; se complementan con variables exógenas como ser en este caso, el precio del gas importado.
Asimismo, el valor final expresado en moneda doméstica estará directamente afectado por una variable clave de la economía que actualmente está afectada por desequilibrios y controles: el tipo de cambio; y cuya evolución va a estar vinculada al desempeño macroeconómico, y sobre todo, a la recuperación de la confianza a partir del respeto por la ley y las instituciones. En definitiva el tipo de cambio será el resultante del conjunto de políticas que se implementen tanto a nivel macro como microeconómico, en los sectores de mayor peso de la actividad económica, entre ellos el energético.
Si imaginamos por un instante que hacia fines de este año y tomando el promedio del 2016 los precios de importación del gas de Bolivia y del LNG se ubicaran en los 7 y 10 US$/MMBTU, respectivamente (hipótesis que luce conservadora), y se decidiera fijar precios locales para los productores en función de cuánto se desea reducir el déficit fiscal en dólares, partiendo del dato de 5400 millones de déficit en 2014, y con niveles de demanda similares para ese período, podríamos construir una regla de decisión muy práctica a los fines del policy maker, tal como se observa en el gráfico adjunto. La relación inversa nos dice que con los precios y volúmenes pre establecidos, si pasamos de un precio medio del gas para productores en 2014, de 2,69 US$/MMBTU a 4,5, el déficit externo se reduciría a US$ 3700 millones. Esto es una reducción del 31%, o en términos absolutos de 1650 millones. Si en cambio se logra para el productor local un precio medio de 6 US$/MMBTU, el déficit fiscal medido en dólares pasaría a los US$ 3000 millones, o sea se reduce un 44%. En estos cálculos no interviene la cotización del dólar y se asume que las elasticidades precio e ingreso se compensan y anulan, o bien son poco significativas para modificar los consumos del año de referencia.
Si aquí terminara la historia la decisión de política energética parece más que obvia. No obstante, cuanto mayor es el precio en boca de pozo que se traslada a tarifas (pass through), más abultada será la cuenta energética de los usuarios locales, con sus consabidos impactos. En este pasaje sí interviene la cotización del dólar.
Por más que sepamos que las tarifas que pagan los consumidores de gas en Argentina están muy desfasadas de los valores regionales, otra pesada herencia será la reversión de percepción de “derecho adquirido” a pagar tarifas subsidiadas con que arrastra nuestra sociedad. Lo cierto es que como muestra la pendiente positiva de nuestro gráfico, a medida que aumenta el precio en boca de pozo que pasa a tarifa, la tarifa promedio aumenta para una dada paridad cambiaria. Así tenemos que para los incrementos anteriormente citados, la tarifa promedio para el conjunto de la demanda (cuando el precio en boca de pozo sube a 4,5 dólares) las tarifas en promedio suben 145%, mientras que para el segundo caso (gas a 6 dólares), el incremento tarifario sería del 215%. Este ejercicio asume que el tipo de cambio se estabiliza en 12 $/US$.
El gráfico muestra sobre el eje izquierdo la relación inversa entre el déficit externo y precio del gas doméstico mayorista (boca de pozo) promedio; mientras que sobre el eje derecho se muestra la relación directa que hay entre el traslado del precio mayorista del gas y la tarifa promedio en $/m3.
Precios del gas en boca de pozo (US$/MMBTU), tarifas ($/m3) y déficit fiscal (Millón US$)
Fuente: Elaboración propia
Con este ejercicio propuesto, no queda más que el equipo que maneje las variables macro decida el nivel de déficit fiscal que cierre con su “programa” y que políticamente se asuman los costos y beneficios de esta decisión. Una tarea para nada menor.